Por Almudena Díaz
Continuar con una pasión aunque las circunstancias personales cambien. Esto es lo que hizo Rita Noutel que comenta que “cuando tuve el accidente hacía malabarismo, teatro y actuaciones en la calle […] pero estuve seis años sin volver a la danza hasta que me di cuenta de que había desistido de mi sueño y tenía que recuperarlo para volverme a sentir viva”.
Rita es uno de los nueve bailarines con diversidad funcional que están participando en el taller de coreografía que la prestigiosa creadora escocesa Janice Parker ha impartido en Barcelona. La iniciativa forma parte del proyecto Arte y Diversidad Funcional, que el British Council está desarrollando a nivel europeo para impulsar la obra de artistas con discapacidad.
Una forma de expresión
En el taller de coreografía de Barcelona el objetivo es ambicioso y apasionante a partes iguales: se ha realizado una selección de bailarines con diversidad funcional y experiencia en el mundo de la danza para que experimenten en el campo de la dirección, a través de la creación y puesta en escena de su propia pieza de dos minutos. La iniciativa comprende ocho sesiones de trabajo divididas en tres etapas (noviembre, enero y febrero).
Las expectativas que ha generado este reto en los participantes son tan diversas como su trayectoria o inquietud como profesionales. Además de su faceta como bailarín, Xavier Duacastilla colabora como webmaster y community manager en dos asociaciones de danza integrada sin ánimo de lucro (Kiakahart y Liant la Troca) y está interesado en combinar este arte con la tecnología para crear “vídeo danza, coreografías con elementos que empoderen el cuerpo mediante nuevas tecnologías, mapping, proyecciones, samplers y elementos electrónicos que generan música mediante sensores del movimiento del cuerpo”.
Para Jaume Girbau la experiencia está siendo todo un desafío y ha descubierto que “dirigir es muy difícil, de lo más difícil que haya podido imaginar nunca […] pero es una vivencia muy bonita, positiva y diferente porque aquí hay que pensar, ayudar a los demás a montar la coreografía: se trata más de compartir con el resto”.
Si hay algo que destacan todos los futuros coreógrafos que participan en el programa es que la danza les permite expresarse de manera libre y valiente. Mercedes Losada ha descubierto que "con este arte puedo dejar fluir mis emociones” y María Oliver afirma que a través de ella “puedo transmitir todos esos sentimientos que quedaban inexpresados y encerrados en el corsé del ‘ya no puedes’, ‘estás limitada’ o ‘eres otra: diferente y menos válida’ [...]".
Rompiendo convencionalismos
Otro de los aprendizajes que se derivan de este taller es la necesidad de desechar las 'etiquetas' existentes en torno a la relación entre arte y discapacidad. Desireé Cascales da por sentada la igualdad entre los bailarines ‘convencionales’ y los de diversidad funcional y va más allá “los dos pueden trasmitir lo mismo y además aprender los unos de los otros”.
Porque el objetivo último de proyectos como este es propiciar que una visión limpia de complejos se imponga entre los creadores, los profesionales implicados y la sociedad para que, como comenta María José, “deje de ser noticia que estamos haciendo un espectáculo desde la silla: lo que debería ser noticioso es el estreno de la pieza en sí y que esta emocione al público”.